La agencia del estudiante

  • Eduardo Toledo
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Agencia del estudiante

Si hay una palabra que se va a escuchar en las próximas décadas en el mundo de la educación es la de «agencia del estudiante». Y aunque se trata de un término prácticamente desconocido, al punto de que Google y ChatGPT lo asimilan a servicios de alquiler de viviendas para estudiantes, va a suponer el mayor cambio en la forma de aprender de los últimos 150 años.

Su origen se remonta al 2015 cuando el Comité de Políticas Educativas de la OCDE se reúne para determinar cómo será la educación de los habitantes del futuro. Su conclusión es que la educación del mañana tendrá la forma de una brújula, en donde los cuatro puntos cardinales están representados por los conocimientos, las aptitudes, las capacidades y los valores.

Y, la aguja, la parte que mueve para indicar la dirección correcta, viene a estar representada por el estudiante. O, mejor dicho, por la agencia del estudiante, que no es otra cosa que «la capacidad de fijar un objetivo, reflexionar y actuar de forma responsable para lograr un cambio».

Como digo, algo tan simple es una completa revolución en la forma de enseñar, ya que los estudiantes dejarán de ser unos simples acopiadores de conocimientos, en donde prima más tener una memoria de elefante que ser creativo (como nos mostró el siempre recordado Ken Robinson).

En lugar de eso, lo que la Brújula de la Educación de la OCDE reivindica es que «los estudiantes tienen la capacidad y la voluntad de influir positivamente en sus propias vidas y en el mundo que les rodea». En otras palabras, el alumnado «aprenderá a navegar por sí mismos en contextos desconocidos y a encontrar su rumbo de forma significativa y responsable, en lugar de limitarse a recibir instrucciones o indicaciones fijas de sus profesores”. En definitiva, los convierte en auténticos agentes de su aprendizaje.

Desconozco los motivos exactos que impulsaron la creación de la agencia estudiantil por parte de la OCDE, pero sus postulados están siendo recibidos con alegría por la comunidad educativa y docente, quienes lo ven como un antídoto a una creciente futurofobia o, miedo al futuro entre los más jóvenes, especialmente en los países occidentales.

Sí, uno de los problemas silenciosos de nuestro tiempo es «la falta de un relato esperanzador del futuro» para los más jóvenes, como define Hector García Barnés esta futurofobia, lo que provoca que se haya generalizado un sentimiento de impotencia. Frente a ese horizonte apocalíptico, la agencia del estudiante viene a empoderarles, a recordarles que tienen el timón de su existencia y que pueden tener un impacto en su vida y en su entorno.

Co-agencia

La agencia del estudiante, sostiene la OCDE, va de actuar en lugar de que actúen sobre ellos, de moldear en lugar de ser moldeado, y de tomar decisiones y hacer elecciones responsables en lugar de aceptar las determinadas por otros.

Pero, no se trata de que los estudiantes tengan su propia autonomía o ejerzan su capacidad de elección. No. Esta nueva educación del futuro entiende que los estudiantes están rodeados de compañeros, profesores, familias y comunidades, que interactúan con ellos y les guían hacia el bienestar. Por eso, se crea un segundo concepto gemelo, la co-agencia.

Para poder desarrollar al máximo la agencia estudiantil se requiere tanto la capacidad de actuar para alcanzar objetivos a largo plazo y superar la adversidad como competencias cognitivas, sociales y emocionales para actuar en su beneficio propio y el de la sociedad. Es, por tanto, un proceso.

Decidir cómo aprender

En la práctica, los estudiantes que son agentes de su propio aprendizaje, «desempeñan un papel activo a la hora de decidir qué y cómo van a aprender», lo que se traduce en una mayor motivación, según la OCDE.

Las experiencias para llevar las metodologías ágiles a las aulas con eduScrum, que lidera para comunidad hispana nuestro compañero Emmanuel Ponchón, ya están dando pasos hacia la «agencia del estudiante», con resultados muy positivos en esta nueva educación del futuro que ya es una realidad.

También cambia el rol de los profesores, que ahora tendrán que diseñar entornos de aprendizaje que valoren la capacidad de acción del alumnado. Igualmente, los padres se convierten en co-agentes de la educación de sus hijos e hijas.

Me detengo, por último, en la sociedad, que también contribuye en la coagencia de los estudiantes. Por un lado, las escuelas se pueden convertir en dinamizadores de un entorno, como ya sucede con los primeros proyectos de colegios ágiles.

Y, además, cobra especial importancia la necesidad de que exista alrededor de los centros docentes un ecosistema, como el que estamos creando con Contexto Humano, con empresas y profesionales comprometidos con la humanización de las organizaciones.

Estos ecosistemas, del que formarán parte los colegios, las casas de cultura u otras instituciones de cada localidad, serán también copartícipes en y de esta nueva mentalidad para educar a los habitantes de un futuro que no está escrito y será la consecuencia de lo que hagamos hoy, desde los menos jóvenes a los más peques.


Fuentes de referencia

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